Consejeros para el Año Internacional del Microcrédito

  • En la Argentina queda muchísimo por hacer en el sector de los microcréditos, ya que el país tiene uno de los índices más bajos de acceso a servicios financieros de toda América latina”, dijo a La Nación la princesa de Holanda, Máxima Zorreguieta, que visitará nuestro país entre el 4 y el 7 del mes próximo. “Contentísima de poder hacer algo por la Argentina”, la princesa viajará como miembro del Grupo de Consejeros para el Año Internacional del Microcrédito, de las Naciones Unidas.
    Esta es la primera entrevista que la princesa de origen argentino concede a un medio nacional. La Nación le envió un cuestionario por correo electrónico con varias preguntas, de las cuales la princesa respondió las relacionadas con la promoción del microcrédito, eje de su visita a nuestro país, en la que realizará actividades en Buenos Aires y en Jujuy.
    –¿Qué espera de este primer viaje de trabajo a la Argentina?
    –Espero poder hablar con todos los actores que intervienen en el desarrollo del sector de microfinanzas en el país. La idea es incrementar el conocimiento público de lo que significa un mayor acceso a los servicios financieros en el desarrollo económico y social, y dialogar sobre las condiciones que se necesitan para promover su crecimiento. Para ello, visitaremos instituciones que ya trabajan en el tema de las microfinanzas. Hablaremos, por ejemplo, con el comité nacional de microfinanzas, con el Banco Central, con asociaciones que nuclean instituciones de microfinanzas, con los bancos e incluso hablaremos con gente en el ámbito gubernamental y político, para ver de qué manera se puede ayudar al desarrollo del sector.
    -¿Por qué decidió formar parte de este grupo de consejeros? ¿Fue convocada o usted se ofreció?
    -Fui convocada, ¡pero me hubiese ofrecido encantada! Decidí formar parte de este grupo porque creo firmemente en el efecto positivo de las microfinanzas como antídoto contra la pobreza. Y le puedo nombrar tres de los principales motivos.
    Primero, porque creo que es mucho mejor dar la oportunidad de que la gente se gane su propio dinero antes que darle el dinero como donación. Cuando uno le da un microcrédito a una persona, le está dando la opción de multiplicar sus esfuerzos para salir de la pobreza. Esa persona sabe mejor que nadie cómo gastar o invertir el dinero ganado y determinar qué es lo que más le hace falta. Además, el dinero generado de una actividad establecida significa un ingreso constante para la familia.
    Segundo, la muestra de confianza por parte de la institución que presta el dinero y la generación de ingresos propios dignifican a la persona. Esto es importantísimo, porque a partir de allí se establece una cadena de respeto muy valiosa en este sentido: "A mí me respetan y, por eso, me prestan el dinero, pero yo también tengo que respetarlos y devolverles el dinero a tiempo". Y ese respeto se traslada del negocio al orden civil. En Africa, por ejemplo, el hecho de que las mujeres puedan generar su propio ingreso les ha dado una voz dentro de su comunidad, cosa que antes no tenían. Las microfinanzas otorgan el "empoderamiento" del que hoy en día tanto se habla.
    Tercero, las microfinanzas se han desarrollado de tal manera que nos han demostrado que, brindando un producto muy necesario a las poblaciones carenciadas, también pueden ser rentables. Esto significa que no dependeremos de constantes donaciones para hacer crecer el sector, con el objetivo de llegar a más gente sin recursos.
    -¿Es la primera vez que acepta desempeñar un papel como éste, de consejera, o ya lo había realizado con anterioridad?
    -Bueno, ésta es la primera vez que trabajo como consejera de las Naciones Unidas, pero he cumplido la función de asesora en otros temas, como la integración de mujeres inmigrantes a la sociedad holandesa.
    -¿Usted pidió viajar a la Argentina?
    -En realidad, lo decidimos con los otros asesores. En la Argentina, hay mucho movimiento en el sector, pero todavía queda muchísimo por hacer. El país tiene hoy uno de los índices más bajos de acceso a servicios financieros en toda América latina. Para cambiar un poco esta situación, el sector de las microfinanzas en la Argentina también podría aprender de otros países latinoamericanos que están más avanzados en este tema.
    -¿Le gustaría poder hacer algo por la Argentina desde esta nueva función?
    -Por supuesto que estoy contentísima de poder hacer algo por la Argentina. Y por eso estaré allí, porque creo que si puedo contribuir al desarrollo del sector de microfinanzas en el país, voy a haber aportado mi granito de arena para aumentar las posibilidades de muchos argentinos de salir de su situación de pobreza.
    -¿Por medio de qué mecanismos se puede facilitar el acceso de la población a los microcréditos?
    -El sistema de microcréditos es un mecanismo que difiere mucho de los bancos convencionales. Esto implica estar donde el cliente está y esto significa muchas veces que no se pueden tener sucursales en cada esquina, puesto que es muy costoso, sobre todo cuando se trata de créditos, depósitos y productos muy pequeños. Por eso hay que desarrollar otro tipo de acercamiento al cliente, para facilitar el acceso. Hay muchos ejemplos de esto, como trabajar junto con las oficinas postales (en el nordeste de Brasil) o tener un ómnibus que va de un lugar a otro (Kenya, Equity Bank) o simplemente un oficial de crédito que pueda ir recorriendo distintos lugares para hablar con los clientes. En las Filipinas y en Bangladesh, ya se usan formas de transferencia monetaria por teléfono o PDA. El sistema de microcrédito debe crecer. En estos momentos hablamos en la Argentina de 22.000 a 25.000 clientes, lo cual es muy poco todavía. Falta capital, faltan conocimientos y experiencia técnica y hace falta un marco regulatorio favorable.
    -¿Cómo pueden los microcréditos ayudar a la gente?
    -La experiencia demuestra que la microfinanza puede ayudar a aumentar el ingreso de los carenciados, a crear negocios sustentables para ese sector de la población y a reducir su vulnerabilidad ante impactos externos. Socialmente, éste es un instrumento que otorga poder a los pobres, sobre todo a las mujeres, para cambiar su situación dentro de la comunidad. Con el incremento de los ingresos, se beneficia toda la familia, ya que se invierte en mejor alimento, mejor educación, mejor vivienda y mejor salud. En fin, se trata de dignificar a la gente, dándole una oportunidad de multiplicar sus esfuerzos para salir del estado de pobreza. Además, también se da consejo a los clientes sobre cómo podrían mejorar el rendimiento de sus emprendimientos.
    -¿De qué forma pueden los microcréditos ayudar a combatir la pobreza?
    -El análisis comparativo de crecimientos promedio anuales de pobreza, la disponibilidad de créditos privados y el PBI en los últimos 20 años demuestran que los países con niveles más altos de créditos privados han podido reducir la pobreza más rápidamente. Un ejemplo: en Chile, donde el crédito privado es del 54% del PBI, el índice de pobreza bajó un 14% entre 1987 y el año 2000. En cambio, en Perú, donde el crédito privado es sólo del 13% del PBI, el índice de pobreza creció en un 19% entre 1985 y 2000.
    Pero yo siempre digo que las microfinanzas no son la panacea para combatir la pobreza. Se necesitan muchos otros elementos, tales como la educación, la salud y otros bienes de infraestructura? Las microfinanzas sí pueden promover el crecimiento económico y todos los desprendimientos sociales del mismo a través del apoyo a los microempresarios, que son, en definitiva, el motor de una economía.
    Del diario "La Nación", domingo 27 de noviembre de 2005
  • Banco Mundial de la Mujer

  • El economista bengalí Muhammad Yunus creó el emprendimiento de micro créditos para personas indigentes, a través del Grameen Bank, año 1983, también conocido como el banco de los pobres. Desde ese entonces la institución ha sumado 2,5 millones de beneficiarios, de los cuales el 98 % son mujeres.
  • En Córdoba se ha creado el Banco Mundial de la Mujer (BMM) a imagen y semejanza de algunas instituciones bancarias europeas que desde la década del 70 funcionaban como fondos de garantía para quienes no tenían bienes a su nombre que respaldaran un crédito y que, en su gran mayoría, eran mujeres.
  • El BMM apunta a la mujer porque se ha comprobado que el dinero que ingresa al hogar por ella redunda en mayores beneficios para el grupo familiar.
  • El destino del dinero es la actividad -capital de trabajo, mercadería, insumos y , en menor medida, compra de activos fijos- y el sentido, el crecimiento de los micro emprendimientos como quioscos, mini mercados, almacenes, puestos de artesanías y otros pequeños negocios.
  • El tiempo de la devolución, del capital prestado, es de 7 u 8 meses y el monto promedio es de $ 700, aunque también han dado préstamo de hasta $ 3.000 y re-préstamos de $ 5.000, y cuando se conoce a la persona y se sabe que funciona los plazos se estiran hasta 24 y 36 meses.
  • Los fondos provienen de organismos nacionales e internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo de Capital Social (Foncap). A pesar del nombre no reciben financiamiento del Banco Mundial, Sí se relacionan, en cambio, con los BMM de otros países, como Paraguay y Colombia. 
  • En la Ciudad de José Mármol

  • En esta Ciudad del conurbano bonaerense, desde diciembre del 2001, en la capilla de Belén, un barrio humilde de la parroquia Nuestra Señora de Luján, funciona también un emprendimiento inspirado en la fundación Grameen (Aldeas).
  • Para acceder a los préstamos es necesario asistir a una serie de reuniones previas en las que se forman grupos de cinco personas.
  • Durante las reuniones se discute entre los integrantes del grupo la viabilidad de los proyectos para que puedan ser aprobados los créditos. A su vez una operadora de campo, integrante del centro Grameen, visita las casas de las prestatarias, son todas mujeres, para verificar como interactúa el grupo.
  • Se evalúa todo: desde el lugar de trabajo hasta dónde lo va a vender y a cuánto. Hay que considerar la relación costo-beneficio para que la actividad sea rentable.
  • El monto a prestarse varía entre $ 100 y $ 350 que debe pagarse en 50 cuotas semanales, con un interés del 20 % anual.
  • El crédito de $ 350, por ejemplo obliga a una cuota de $ 8,40.
  • Los micro créditos se otorgan a dos prestatarias que si cumplen con el pago durante seis semanas habilitan a otras dos para recibirlo, quienes de la misma forma habilitan a la última del grupo.
  • El éxito del método de Yunus alienta a los organizadores del centro a renovar los créditos.
  • El tema es ir subiendo escalones, es decir, que las mujeres que ingresan al sistema no se vayan más, puedan ir mejorando la calidad de vida y así salir de esa pobreza tan severa.
  • Es imprescindible que las beneficiarias sean del barrio. Así  se facilita tanto la asistencia a las reuniones semanales -en las que se discuten los proyectos y se abonan las cuotas- como el vínculo que se establece entre las integrantes de los grupos. 
  • Ello va más allá de lo económico. Interesa que puedan devolver el dinero -que vuelve a prestarse- pero más que a esta gente les vaya bien.
  • Muchas cambian hasta la manera de expresarse. Al principio responden con monosílabos y hablan sin mirar a la cara. Luego se transforman en otras personas, se desenvuelven con otra confianza, tienen otra seguridad, otra esperanza.

     

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