Una epidemia fuera de control: Violencia sobre ruedas |
Tres mil muertos por día y un número equivalente de familias arrasadas, 15 discapacitados de por vida y 140.000 personas con traumatismos corporales y emocionales irreversibles. Este es el parte diario de la violencia automovilística en el mundo, epidemia que crece junto con el parque automotor y el desprecio de muchos por la vida ajena.
En la Argentina, la epidemia tiene números todavía más rojos: 9556 muertes en 2003, con un récord de 31 diarias durante diciembre, según datos del Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV). Tras contabilizar 76.564 muertos en los últimos diez años, Alberto José Silveira, presidente de Luchemos por la Vida, compara: "Es como si un avión con 140 personas a bordo se cayera todas las semanas".
Cifras calientes que, a pesar de representar la primera causa de muerte de argentinos de 1 a 34 años, no alcanzan para instalar el problema en el lugar que le corresponde: una patología social devastadora que reclama tanto presupuesto, esfuerzo y dedicación como la lucha contra el cáncer o el sida.
"Demasiado a menudo, la seguridad vial se considera un asunto de política de transporte, no un problema de salud pública, y los traumatismos causados por el tránsito se califican sólo de accidentes, aunque la mayoría de ellos se podría prevenir. En consecuencia, varios países se esfuerzan mucho menos en comprenderlos y prevenirlos que en comprender y prevenir enfermedades que son menos dañinas", sintetizó el doctor Lee Jong-Wook, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al anunciar la conmemoración del Día Mundial de la Salud, prevista para el próximo miércoles.
Con el lema La seguridad vial no es accidental, la OMS se propone instalar en la agenda pública internacional un delicado tema de salud pública que en 2002 se cobró 1,18 millón de vidas.
"Los traumatismos causados por el tránsito se pueden prevenir, siempre y cuando se reconozca que constituyen un grave problema de salud pública y los gobiernos y otras instancias adopten las medidas necesarias para prevenirlos", expresó Jong-Wook.
¿Primero los niños?
A este desolador panorama se suma el de los más vulnerables en la vía pública: "Los niños, en especial los pobres. Cada año, más de 180.000 menores de 15 años pierden la vida en accidentes de tráfico y cientos de miles quedan discapacitados de por vida. En 2002, de todas las víctimas mortales infantiles, el 96% procedía de países de ingresos bajos a medianos, donde los niños de barrios urbanos, ya sea a pie o en bicicleta, utilizan la vía pública como lugar de recreo porque no tienen otros sitios donde jugar; son más pequeños y menos visibles que los adultos, por lo que con frecuencia son atropellados", alerta el director de la OMS.
En la Argentina, el tema no es menor. "En el Hospital de Niños, desde 1996 se han internado 2500 chicos con lesiones provocadas por problemas de tránsito (sufridas como pasajeros, peatones y ciclistas), alcanzando tal magnitud la problemática que hemos creado un grupo de trabajo específico para estos pacientes denominado Grupo de Trauma Infantil", dice el doctor Jorge Florentino, jefe del Departamento de Urgencia del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
"Hay que tener presente que por cada cien pacientes involucrados uno muere, diez presentan lesiones gravísimas y todos quedan con secuelas importantes (físicas y psicológicas)", alarma el especialista.
Por su parte, el doctor Alberto Iñón, presidente de la Subcomisión de Prevención de Accidentes de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), agrega que las secuelas físicas más importantes son las neurológicas (discapacidades motoras o sensitivas), y en segundo lugar las que afectan a los tejidos blandos (cicatrices, amputaciones, lesiones musculares).
Con respecto al síndrome de estrés postraumático, asegura: "Es una secuela habitualmente ignorada que compromete en mayor o menor grado a todos los niños que han sufrido un accidente y sobreviven para contarlo. Se presenta bajo distintos síntomas: angustia, terrores nocturnos, modificaciones de conducta, falta de atención, baja de rendimiento escolar".
Para explicar lo inexplicable de la violencia vehicular, que define como la persistencia de un flagelo, Iñón arriesga una combinación de ingredientes: falta de conocimiento, sensación de intangibilidad, falta de solidaridad y, en definitiva, capacidad de autodestrucción del hombre.
Por su parte, Florentino asegura que nueve de cada diez sucesos son evitables, desvirtuando el concepto accidental del hecho. Así, propone: "Desarraigar el popular término accidente de los ámbitos académicos, técnicos y populares, ya que el azar o el destino no intervienen en la producción de estos eventos que causan tantas muertes y lesiones estúpidas, porque coincidamos en que morir en un incidente de tránsito no tiene sentido alguno. ¡El trauma es una enfermedad prevenible! --recalca--, por eso debemos evitar las connotaciones de imprevisibilidad e incontrolabilidad, que son contraproducentes desde el punto de vista de la prevención".
Tras analizar los costos que la enfermedad-accidente acarrea ("cada persona fallecida por choque de vehículo motor genera un costo aproximado de 700.000 dólares"), asegura: "Prevenir sigue siendo mejor y más económico que curar o lamentarse. La muerte de un niño o su discapacidad sobreviviente siempre provocan pérdidas económicas importantísimas además de un sufrimiento moral enorme, y esto es muy importante decirlo y que se sepa: países económicamente quebrados no pueden seguir escogiendo los tratamientos más largos, tristes y costosos".
Recordemos que por cada peso que se invierte en prevención se ahorran cinco en concepto de tratamientos curativos. Todo indica que se hace indispensable incrementar las acciones preventivas y educativas en la comunidad.
"La ignorancia de los adultos juega como aliada de la muerte y nuestros hijos se enfrentan sin armas a estos peligros. El tratamiento más oportuno y económico para disminuir la enfermedad-accidente es la prevención."
Prevenir para no morir
Partiendo de un concepto central opuesto a la anarquía individualista que impera hoy en calles y rutas de todo el país, Luchemos por la Vida propone acciones en distintos frentes: "Que las autoridades asuman la puesta en práctica efectiva de la nueva ley de tránsito, que las licencias para conducir se otorguen con responsabilidad, que se enseñe seguridad vial en las escuelas y que se sancione a los transgresores de las normas con pago en dinero y con la posibilidad de asistir a cursos de educación vial, además de llevarlos a conocer en hospitales a las víctimas de los accidentes de tránsito", sugiere la licenciada María Cristina Isoba, directora de Investigación y Educación Vial de la institución dedicada a la promoción de un tránsito saludable, que sugiere:
No correr. "Muchos argentinos consideran que no van rápido a 120 km/h, cuando a más de 90 un vehículo es cada vez menos gobernable. A mayor velocidad, más graves serán las consecuencias ante cualquier falla mecánica y una mala maniobra de otro conductor."
No tomar. "Los impedidos de manejar no son sólo los borrachos. Un solo vaso de vino o cerveza produce una alteración de los reflejos para conducir. En una de cada dos muertes en accidentes de tránsito en el mundo está presente el alcohol."
Manejar de día. "Al viajar de noche se triplica el riesgo de muerte", alerta. Y la doctora Margarita Blanco, jefa del Departamento de Neurofisiología Clínica y Medicina del Sueño, del Hospital Francés, agrega: "Las estadísticas de accidentología muestran que el índice de siniestros ocurre principalmente en la madrugada y en la hora de la siesta, momentos en que una persona puede tener una caída de la atención aunque esté bien descansada, circunstancia que se agrava en quienes no han dormido bien o acostumbran no dormir adecuadamente cuando tienen que conducir".
Cinturón de seguridad. "Llevarlo siempre puesto y asegurarse de que los niños viajen seguros en los asientos traseros y en las sillas protectoras. Para viajes en motos usar casco."
Medidas sencillas, cuya instrumentación colectiva y solidaria en todo el país sería capaz de ahorrar anualmente casi 10.000 muertes e innumerables discapacidades físicas y trastornos de angustia, rupturas de vínculos de pareja y depresiones graves entre las víctimas sobrevivientes de la violencia automovilística.
Por Tesy De Biase Para "La Nación" - Sábado 3 de marzo de 2.004
Dónde consultar
SAME: 107
Sociedad Argentina de Pediatría (SAP): (011) 4821-5033
Servicio de Urgencias del Hospital de Niños de
Buenos Aires: (011) 4962-5532.
Cuando un accidente ocurre en una zona alejada del auxilio profesional, es importante tener presentes ciertas recomendaciones:
Si la persona perdió la conciencia y no presenta evidencias de posible lesión cervical, traccione suave la cabeza hacia atrás, eleve el mentón, mire si se mueve el pecho, sienta y escuche si sale y entra aire por la boca y las fosas nasales.
Si no respira oprima los orificios nasales con sus dedos. Inicie respiración boca a boca soplando con energía dos veces hasta que observe que el pecho se insufla.
Si no tiene pulso inicie el masaje cardíaco. Con los talones de sus dos manos sobre la zona cardíaca alterne quince compresiones del pecho con dos insuflaciones.
Si hay sangrados, protéjase y comprima fuertemente la herida con un paño limpio.
Si hay fracturas no mueva el miembro fracturado.
En quemaduras aplique abundante agua fría y no utilice cremas.
Nunca deje a la víctima sola. No la mueva si no tiene entrenamiento.
No improvise; si no se sabe qué hacer es preferible que no haga nada. Es recomendable recordar que un auxilio inapropiado puede generar lesiones o contribuir con las ya existentes empeorando el cuadro.